Creía en la “animalización del arte”, en las capacidades expresivas de dos ciervos en la nieve o de un perro descansando en el suelo. Sus óleos de animales transmiten calma y belleza. Los colores vivos, la figura estilizada y un halo de cariño hacen irresistiblemente tiernas las pinturas de Franz Marc (1880-1916), uno de los artistas más importantes del expresionismo alemán.
Su evolución fue rápida y asombrosa: en solo seis años, como sabiendo que moriría de modo prematuro, creó sus mejores cuadros. Los primeros, de formas más suaves y realistas; los últimos, de una realidad desvanecida en la geometría.
El Cotilleando a… de esta semana es para el pintor Franz Marc, un personaje apasionado y contradictorio que creó las escenas de animales más poéticas del siglo XX.
1. Nació en Múnich. Era Hijo de Wilhelm Marc, un pintor profesional de paisajes, y de Sophie Maurice, una mujer educada en el calvinismo más estricto y que había sido institutriz. En la adolescencia Franz barajó estudiar teología y convertirse en pastor protestante, pero por otro lado era un amante de la literatura y la filosofía. Finalmente se decidió por seguir la trayectoria de su padre y se matriculó en 1900 en la escuela de arte de Múnich.
'El gorrión muerto' (1905) |
2. Viajó con 23 años a París donde pasó unos meses. Los grabados japoneses que adquirió allí en una galería son una primera influencia en su característico trabajo posterior. De los impresionistas, cuyo trabajo pudo ver en su viaje, escribió más tarde en 1912, en su ensayo sobre el arte Die Neue Malerei (La Nueva Pintura): “El período más memorable del desarrollo moderno del arte corresponde a los años noventa del siglo pasado, cuando el impresionismo francés se consumía por su propio fuego y reaccionó resurgiendo de sus cenizas como el ave Fénix, con una bandada de nuevas ideas, pájaros con plumas de colores y picos místicos”.
3. Trabó amistad con el pintor suizo Jean Bloé Niestlé, que retrataba animales con un sentido espiritual más que documental. Ese año pinta obras como Kleine Pferdestudie (Pequeño estudio de un caballo) o Der Tote Spatz (El gorrión muerto). Ambas son de 1905 y anuncian el comienzo de su rápida evolución pictórica. Son obras de tono clásico, pero el pintor ya utiliza animales como medio para expresar sus ideas poéticas, conmovido por las teorías de Niestle.
4. Unos años después ya sentía la naturaleza como cordón umbilical: “Estoy tratado de intensificar mis sentimientos por el ritmo orgánico, alcanzar una empatía panteística con el palpitante y fluido torrente sanguíneo que vive en los árboles, los animales y el aire”, escribió en 1908 a un amigo.
'Perro tumbado en la nieve' (1910-11) |
5. Hasta 1910 -con 30 años- no comienza a crear obras en su característico estilo. Ese año conoce a su gran amigo el pintor August Macke (1887-1914), más joven pero mejor formado, con el que Marc comenzó a tener conversaciones de tono intelectual sobre las teorías del color y la pintura. Llevado por la idea de Niestlé de que el detallismo zoológico es secundario, Marc pinta a sus animales con colores cada vez más libres: una vaca amarilla, los célebres caballos azules a los que dedicó varios cuadros…
'Dos caballos, rojo y azul' (1912) |
7. Apenas tenía 33 años y no pintaba dos cuadros seguidos sin caminar hacia la abstracción, como intentando sintetizar el imaginario animal con una fuerza espiritual que ya no se contentaba con las formas tradicionales. En sus últimos años de vida se dejó seducir por el trabajo de los futuristas italianos y por Robert Delaunay (1885-1947), un pintor que pasó del cubismo al orfismo, el estilo creado a partir del cubismo basado en las formas circulares y brillantes.
'Tigre' (1912) |
9. Él y su mujer, Maria, encontraron una casa en Ried, cerda de Benediktbeuren, un idílico pueblo de Baviera. Intercambiaron la propiedad con los dueños, interesados en la vivienda que el pintor había heredado de sus padres y que tenía en Munich. Marc se hizo con la casa de campo e incluso pudo comprar unas tierras en las que tuvo ciervos. En esa casa Marc planeaba construir su estudio y trabajar en el 2º volumen de El Jinete Azul.
10. En Ried pintó los cuadros Formas Felices (destruído en la II Guerra Mundial), Formas jugando, Formas peleando y Formas rotas. Las obras muestran el terrible conflicto interno que se empezó a gestar en esos años en el pintor. Oscilaba entre la parte positiva de la vida y la sombra de la destrucción: vivía en el idilio de Ried, pero con la sombra de la I Guerra Mundial (la Gran Guerra) que además él creía necesaria.
'Zorros' (1913) |
12. Poco antes Kandinsky le había escrito una carta expresando su miedo por un posible conflicto armado. Marc se mostraba firme y apasionado e idealista: creía que Europa estaba espiritualmente enferma y que una guerra, a pesar del derramamiento de sangre, era una manera de purificación. No sospechaba de intereses económicos, para él era “una guerra contra el enemigo interior e invisible del espíritu europeo”. Creía que Alemania saldría reforzada y que su hegemonía sería entonces indiscutible. Ni la muerte de Macke en 1914 -por la que sufrió profundamente- lo hizo cambiar de opinión. “Nos damos la mano y soportamos la pérdida con orgullo, bajo el repicar de la victoria”, decía en el obituario de su amigo.
'Formas luchando' (1914) |
14. Un año después de alistarse, con el fervor del inicio un poco más apagado, su visión de la guerra cambió. En una de las cartas que escribió a Lisbeth, la viuda de Macke, describía la guerra como “la trampa más cruel en la que nos hemos abandonado los hombres”. El engaño y la inutilidad del conflicto comenzaron a ser los temas de sus cartas en 1916, a pocas semanas de morir.
15. Le comunicaron que lo mandarían a casa pronto. El gobierno alemán lo había identificado como artista notable y quería protegerlo. La seguridad del hogar aparecía en su mente “con un aura tan dulce que no puedo describirla” y lo consolaban de las “terroríficas escenas de destrucción en las que vivo ahora”. El mismo día del anuncio de su posible vuelta Franz Marc murió de modo instantáneo en una labor de reconocimiento en la batalla de Verdún, por el impacto de una esquirla en la cabeza.
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